miércoles, 4 de julio de 2007

Interesante entrevista de Sanchís Girbés a Fernando Sánchez Dragó en el día homenaje a José Antonio y de la presentación de su libro en Alicante




Entre las citas que dan convulsa bienvenida a su novela, elijo la de Quevedo: “Diéronle Muerte y Cárcel las Españas”. Porque las cosas son así: éste es un país trágico, la misma obra que el maestro Sánchez Dragó presentaba en Alicante está estructurada tal cual los cánones de la tragedia griega. Alicante, por otra parte, es una ciudad trágica por derecho propio, novelada por Max Aub (Campo de los almendros) para dar noticia de cuán trágica fue la partida de algunos republicanos, unos dos mil seiscientos, que partieron en el Stambrook y la espera de los que se quedaron el los muelles. Algunos se suicidaron y otros -la mayoria -no tuvieron más remedio que rendirse a las tropas italianas. Han pasado los años, pero quedan allí, en el lugar elegido por Fernando Sánchez Dragó para la presentación de "Muertes Paralelas", las connotaciones trágicas y esencialialistas que dan al traste con la idea del Levante feliz, de la Costa Blanca bullanguera y de los hedonismos sanjuaneros del mes de junio. El lugar elegido no fue otro que el hotel Lucentum, de la cadena Hesperia. Lucentum fue el nombre que le dieron los romanos al viejo enclave ibero Akra Leuda; es decir, el lugar es tan castizamente ibérico como la idealizada Numancia de su querida y machadiana Soria.

Fernando Sánchez Dragó nos recibió en su habitación con natural cordialidad, tampoco creo que sea capaz de practicar otro tipo de cordialidad que no sea la natural. Para mí (reclamo en estos instantes mi derecho subjetivo de escritor) suponía la continuidad lógica, hasta cierto punto irremediable, de mi oficio en el mundo, de mi periplo vital, de "mi" historia mágica de España. Ya en la prehistoria de estas calendas, sabía que, más pronto o más tarde, seria recibido/comprendido por Fernando Sánchez Dragó. Así que, este sueño de "alternativa" tuvo su primer amago en un encuentro en el 2002, cuando firmaba El sendero de la mano izquierda en El Corte Inglés de Valencia, un año antes, más o menos de que me atacaran todas las dolencias del cuerpo y del alma y perdiera la visión del ojo derecho. Entonces me firmó un ejemplar, que yo veneraba, de El Dorado. Precisamente entonoces, cuando hacia pocos días que había regresado de Torremolinos y tenía frescas en la memoria la calle San Miguel, la Roca, las extranjeras cachondas (que deben serlo menos que las de aquella época de los planes de desarrollo), etc. De vuelta para Valencia, me metí en el barranco de Viznar, para escuchar los lamentos lorquianos del viento triste por los olivos...Aquella noche, en El Corte Inglés, hablamos de la caligrafía -para él conocidísima- de don Camilo, del que conservo algunas cartas y, cómo no, me firmó el libro con su rotulador Pilot de punta fina, un detalle, como el del uso de un atril, que siempre lo he mantenido en el caletre. No sé exactamente por qué me fijo en estos puntos, pero, en mi fuero interno, están asociados al aura de un escritor. Yo he sido más de plumas estilográficas: he tenido todo tipo de párkeres, pelikanes, inoxcromes, etc. Hasta que mi padre me regaló una montblac poco antes de morir, y le grabó en la pinza Dulcinea. A estas cosas hay que estar atentos porque ésta no va a ser una entrevista al uso de las que normalmente son conocidas. A lo mejor tampoco es una entrevista, ni un artículo de opinión; a lo mejor, no se sabe lo que es...


Fernando Sánchez Dragó, apátrida, tan español que detesta serlo, tiene la mirada, el porte, el pelo y las facciones de un magistrado romano. Basta fijarse en su figura para imaginarlo, ataviado con la toga pretexta, como pretor, cónsul, o alguna otra magistratura que ahora no se me alcanza.

... Sin embargo, metido en las soledades habitacionales del hotel, distingo, intuyo, dos modos suyos de estar en ellas: una, se correpondería con la soledad arraigada/desarraigada de sus viajes por ese Oriente misterioso donde no existe la culpa cristiana, ésta sería una soledad reflexiva, memorística, ensismismada en la curva de ballesta que traza el Duero en torno a Soria (Juan, no hagas literatura de la literatura; otra, que presiento calcada de la soledad del torero en el hotel, quizá en la pensión de un pueblo (y sé lo que me digo) horas antes de la corrida, horas antes de que suenen “los clarines del miedo” (Juan, deja en paz a Ángel María). Es ésta una soledad de escritor que, sencillamente, espera el momento de ser llamado a un tribuna para pronunciar una conferencia o impartir una lección magistral. Durante estos tiempos de soliloquio, el torero habla tan sólo con los allegados, con los que son de su confianza, con los que sabe que le quieren y puden soportar su temores y arrebatos, por eso nada más agradecido para con Fernando que saberme elegido para estar con él en los minutos de la taleguilla embutida, del giro sobre si mismo, egocéntrico, como una peonza que se circunda de fajín bermellón, como primer aviso circular de ese entramado de círculos cincuvalados que es el toreo. Son los momentos de atarse bien los machos, porque nunca se sabe lo que puede pasar en el ruedo, en la trágica circularidad del pleonasmo.

He entrado, pues, en la habitación 111, seguido de Luis J. Simón, que además de saludar también al maestro, pone en marcha la grabadora y se encarga de tomar las fotos (nada es posible sin él). Sánchez Dragó nos da entrada, confianza, amistad... Sabe que, además de la evidente admiración literaria, hay respeto, humano y cívico respeto, una cualidad que siempre exige, con razón.

Pasa algo que yo, como he dicho, percibo (por ser actor en la cosa) y que luego, enfático, me dice Simón: “Parecía que os conocierais de toda la vida”. A lo cual le respondo: “Es que...lo conozco de toda la vida”. Y es verdad, lo conozco desde los tiempos en que presentaba un programa en, o sobre, la Biblioteca Nacional. Sé que, de preguntarle todo lo deseablemente preguntable, pudieran darnos las claras del día...: el alba, esa hora mágica de España en que don Quijote salió de la venta; esa hora disolvente que, según Gómez de la Serna, “puede con todo”…

SD se echa en el sofá, relajado, sereno, amable, distendido, descalzo, en calcetines... Me recuerda, por su pose, una famosa fotografia que le hizo Alfonso a don Ramón María del Valle – Inclán, echado en una cama o jergón, de manera tal que, muy a su pesar, se le veía un agujero en la suela del zapato. Claro, en este caso sólo la valia literaria de los dos resulta pareja; porque don Ramón, además de sus infotunios y malditimos, tampoco puso gran empeño en eso que llaman el ahorro y virtudes anexas. Pero esto queda en la retina, única y avizora, del entrevistador, que soy yo, claro está. Aunque Alfonso es fundamental aportador de pistas en la novela de Dragó, también lo es en la fotografia que le hizo a don Antonio Machado en el Café de las Salesas, una de cuyas copias está, o estaba, en un salón del Parador Nacional de Turismo de Soria. En ella, colgada en la pared, desde la otra vida, el poeta persigue con la mirada a los escritores que se acercan a él estremecidos; sólo a los escritores, evidentemente. Y, con estas premisas, comienza la entrevista:

JES.- No prentendo hacerle demasiadas preguntas. Sólo unas pocas, aunque esenciales, son más que sufientes para escribir lo que creo que puedo y debo escribir.

FSD.- Muy bien, vamos a ello, Sanchis.

JES:- Quiero decirle, por sintetizar, algo que creo que, para usted, puede ser importante: yo me he criado siempre “con el toro”. Soy de Algemesí, allí se da una feria de novilladas. Eso marca.


FSD.- Dispara…

JES.- ¿Existe una tercera España?

FSD,- Bueno, eso es como si a un labrador le preguntas antes de que la cosecha llegue, sin estar la semilla en el surco… ¡Qué quieres que te diga.!... Sí existe la idea de esa tercera España. Es ese tercerismo el que me ha atraído durante muchísimo tiempo. A él voy a referirme en el curso de mi intervención de esta tarde. Ahora sí existe con posibilidad cierta, como una semilla que granará en el futuro… Bueno, estas hablando con un pesimista. Yo creo que el mundo está en encefalograma plano. Suelo, incluso, utilizar la expresión "postapocalipsis". Creo que el fin del mundo ha llegado. Y casi nadie se ha dado cuenta…

Acabo de volver de China. Y el mundo que se avecina es el mundo que está en China; y el mundo que está en China es el mundo del desarrollismo, el de la adoración al becerro de oro y el no lee jamás un libro, por ejemplo. Esto es algo que me ha llamado poderosamente la atención, porque he dado varias conferencias en las universidades chinas y todos los alumnos, todos, sin una sola excepción, me han mirado con una ingenuidad cautivadora y me han dicho: “¿Libros?... Nunca hemos leído y nunca leeremos, ¿para qué sirve eso? Nosotros lo único que pretendemos es fundar una empresa".

(Al entrevistador lo de “¿para qué sirve eso”?, dicho en un país marxista/capitalista le suena a la segunda edición de “Libertad, ¿para qué”, la respuesta de Lenin a don Fernando de los Ríos. Pero el entrevistador sabe que el tiempo apremia y que Fernado, don Fernando, va a desagranar muchos temas más, siquiera taquigráficamente, así que calla, asume y atiende).

FSD.- ...Yo creo que la historia del mundo ha terminado, porque, en estos momentos, el mundo ya no es el mundo: el mundo es una empresa.

JES.- Muchas gracias.
La segunda pregunta que le quiero formular.... Bueno, voy adelantando, porque sé que el tiempo corre. He leído una considerable parte de su libro y me he dado cuenta (no sé si estoy en lo cierto) de que, además de que usted hace literatura de la literatura, creo que, en algunos momentos, utiliza determinda técnica de don Camilo José Cela… Quiero decir que cuando usted escribe algo similar a “cuidado con este personaje que más tarde va recobrar importancia”, me parece haberlo leído en La colmena. O sea, que hay latente como una idea de novela coral. En concreto, una frase me ha llamdo poderosamente la atención, quizás por ser un taurino visceral, en un párrafo de su novela, al principio, dice: “cuando se abran los clarines del miedo”... Entonces, al leerla, me he preguntado: ¿será posible que esto sea trasunto de la novela Los clarines del miedo, de Ángel Maria de Lera?


(Dragó sonríe con pícara sabiduría… )


FSD.- Bueno, evidentemente. Yo soy el hijo de dos ríos. Soy el punto de confluencia de dos ríos, que son la literatura y la vida. Toda mi literatura está plagada de resonancias literarias, de lo que se llaman “citas solapadas”. Evidentemente, se trata de Los clarines del miedo. En cuanto a lo que me dices de Cela, pues no sé..., eso es cosa que observan los lectores y los críticos. Realmente, el escritor ni se lo plantea. Supongo que yo soy, como cualquier escritor que merezca ese nombre, una caracola marina en la cual resuenan todos los mares, todos los escritores que me han precedido.

(La metáfora es preciosa)

JES.- Creáme: estoy absolutamente orgulloso de haber acertado con Ángel María de Lera.
La otra pregunta es: ¿No trata usted, acaso de manera en exceso benevolente, al general Gonzalo Queipo de Llano? Es decir, yo estoy de acurdo con usted en que se trata de un personaje valleinclanesco (en mis adentros, pienso en Santos Banderas...), romántico, hasta cierto punto (sigo pensando: Cabrera, Prim, Bolivar…) , pero creo que la represión en Sevilla fue durísima…

FSD.- Vamos a ver: la represión fue dura en todas partes. Al fin y al cabo, Queipo de Llano se anticipó al golpe de Estado mediático que España sufrió en las últimas elecciones generales, lo cual le convierte en un adelantado de la historia. Por otra parte, parece ser que Queipo de Llano se portó maravillosamente con mi padre. Y yo soy una persona leal. Lo sacó de Sevilla diciéndole que si se quedaba allí lo iban a matar. Y, en tercer lugar, yo soy un escritor y me fascinan los personajes literarios. Precisamente, eso también lo voy a decir esta tarde. Uno de los motivos por los cuales yo me he acercado a la figura de José Antonio es por el hechizo literario que su figura me produce, porque es un gran personaje de novela.



Por otra parte, yo tengo un innato sentido de la justicia -soy de signo Libra-, también por eso me he acercado a él, me he hecho amigo de las gentes de la Falange Auténtica, porque me parece que se les trata con suma injusticia y sectarismo. Y, bueno…, de Queipo de Llano se han dicho tantas barbaridades, tantas cosas en contra, que creo que es bueno equilibrar un poquito la balanza dando otra visión de él… Tampoco excesivamente benevolente.

(Puasa profunda…, cambiamos de tema)

JES.- Voy a preguntarle por… No recuerdo muy bien… El otro día leí una transcripción que los del grupo Vocento dan en Intenet de una de sus conferencias. En la tal conferencia usted hacia alusión a Gágoris y Habidis, y a otra novela que…, la verdad, no puedo recordar…

FSD.- Debe ser la Carta de Jesús al Papa...

JES.- ¡Exacto! Decía usted en esa conferencia que era posible acercarse (el entrevistador tiene en mente el gerundio perfecto “follando”, pero se lo calla por elemental prudencia) a Dios mediante la práctica sexual…

FSD.- ¡Hombre, por supuesto! Sí se llega al conocimiento de Dios… Mi idea de Dios es la idea que tenían los paganos. Yo no creo en la existencia de un dios personal, antropomórfico y externo a la Creación que crea el mundo, sí en la existencia de una energía que es el alma del mundo. Ya decía santa Teresa que también Dios andaba entre los cacharros. Es decir, también entre los cacharros de la vida moderna. Y, por supuesto, también se le puede conocer desde el sexo. Dios en energía. En el mundo hay una sola energía y esa energía se puede manifestar de muchas maneras, para bien o para mal… Pero energía sólo hay una. Lo que se llama lívido es energía sexual, que utilizada a través de las prácticas sagradas, convierte el sexo en un acto de meditación de muerte. A través del orgasmo tántrico se alcanza, no ya la petite mort, sino la grande mort, con encefalograma plano, que es un estado de meditación profunda en el cual Dios se manifiesta.

JES.- Mire, yo le voy a pedir un favor… Mi padre, que era falangista, me regaló poco antes de morir esta pluma, una Montblanc.

FSD.- Y quieres te dedique el libro con esta pluma…

JES.- ¡No tiene tinta!… La he traído porque quería que me acompañara, que estuviera presente (era, de alguna manera, la muerte paralela que yo aportaba). Mi padre le grabó en la pinza Dulcinea, pero no escribe, ya ve…, quizá la magia resida en eso…

FSD.- Bueno, al fin y la cabo Dulcinea tampoco existió.

JES.- ¡Exactamente! (risas)

FSD .- (risas) ¡Sólo fue platónica!

JES.- … Pues, aunque no sea con esta pluma, si le viene bien, me dedica el libro… Le voy formular la última pregunta, como taurino ¿eh? Además de parar, templar y mandar, los tres mandamientos capitales del toreo, usted añade dos: ligar y cargar la suerte...

FSD.- La tauromaquia es, entre otras cosas, un espacio sagrado, un sacramento. Pero aparte de eso, es también una escuela de vida. El hombre sabio lo que hace en la vida es parar, templar y mandar. Y el toreo moderno añade dos cosas, ligar, en todos los sentidos, y cargar la suerte…

JES.- Pues, nada más. Muchísmas gracias. Recordemos a nuestros padres con orgullo. Le estoy muy agradecido.

(Suenan sirenas de ambulacias, coches de policía o bomberos en la calle. Deben ser, al menos, tres o cuatro vehículos, porque el estrépito es ensordecedor)

FSD.- ¡Uf! ¡Qué serán esas sirenas! … ¿Vendrá la policía por nosotros?




JES.- Como puede ver, el libro está trabajado…


FSD.- Ya lo veo, ya...




JSG.- Siempre escribe usted con el rotulador Pilot de punta fina.


FSD. Siempre, siempre. No sé escribir sin él, es una manía.(Nos despedimos)




JES.- Muchas gracias, sabemos que está escaso de tiempo.


FSD. Gracias a vosotros…




En el rellano, cuando tadavía Fernado Sánchez Dragó está al alcance de la palabra, recuerdo dos preguntas que quería formularle y no lo he hecho: una, si Cristo puede ser considerado Godot, y otra, si para hacer las revoluciones, tal como le dijo en su juventud el comisario Conesa, terror de los grapos, hay que tener pelo rizado en los cojones, pero ya no hay tiempo, y desisto. Como existe un clima fraternal propenso al tuteo, desde el umbral de la puerta de su habitación, me dice:


- ¡Cuidate el ojo bueno, no lo vayas a perder también!


- Procuraré. Estoy condenado a verlo todo desde la iquierda.



* * *

Unos cincuenta metros escasos separan en el cementerio de Alicante –de extraña belleza arquitectónica, casi ajardinada, diria yo- las tumbas de José Antonio Primo de Rivera y la del poeta Miguel Hernández. La de José Antonio es una tumba con Ausente, porque quizá fuera la ausencia el sino del idem; la de Miguel Hernández es hermosa pero sencilla, entrañable, de honrado hombre de izquierdas, constantemente encabronado con el señorito Federico García Lorca, que le daba la espalda. La gente, las personas no muy especializadas suelen equivocarse en algunas cosas con Miguel Hernández, porque, pasadas las penurias de todos conocidas, tras colaborar en la redacción de Los toros, ese monumento a la tauromaquia de Bartolomé de Cossío, consolidadas sus amistades con Bergamín, Neruda, Maruja Mallo, etc., dejó de ser el pastor poeta, que tanto muñen los que se dicen “progres”, y se convirtió, aunque escribiese desde el izquierdismo, y glosara a Rosario la Dinamitera, resulta un magistral garcilacista. He acabado ahíto de tanto Miguel Hernández en proclamas republicanas en valenciano (yo lo hablo, invocado por tipos que ni tan siquiera lo leen ni saben nada de nada. El libro de Sánchez Dragó está plagado de lo que él llama citas solapadas, y también de expresas y explícitas, de Miguel Hernández. De su padre, como el autor de la Elegía a Ramón Sijé, dice que fue derribado por “un manotazo duro, un golpe helado/ un manotazo invisible y homicida y un empujón brutal”… La tarde del sábado 25 de noviembre, un puñado de militantes de Falange Auténtica, ante la tumba seria, sobria y rojinegra del Ausente, renovaba su fe en dos conceptos básicos: justicia social y unidad de España. Nada que se pueda considerar reaccionario. Los que quieran, que me expliquen lo contrario.


Finalizado el acto, que fue escueto, lacónico y perfectamente macho, discursado por Enrique Antigüedad, los falangistas creía yo que iban a abandonar, sin más, el camposanto. Pero no fue así: en su mayoría se detuvieron el tumba de Miguel Hernández, y algunos, tomamdo floresprestadas de alguna sepultura vecina, se las depositaron el la losa, fría y cenicienta, del poeta. Nunca he visto, en los años que llevo husmeando maniobras, quiebros y vericuetos de la politca, acción más digna y más noble. Tampoco he visto mayor serenidad ante los adversarios que la de Juan Carlos García Moreno, que para, templa y manda, el toro murucho que, un día sí y otro también, le sueltan los de El Plural, unos señores que, a falta de poder con el PP, se dedican a estas cosas.* * *En fin, yo no sé si acierto o no, pero si antes atribuía a Sánchez Dragó la necesidad de vestirse como un torero para ir a la plaza, algo de ello habia de cierto, porque se prsentó en el salón de conferencias ataviado con camisa roja y camiseta negra. Es decir, vestido para la ocasión; es decir, de catafalco y grana, que tampoco desentona con el izquierdismo taurófilo del autor de las Nanas; entiéndase El torero más valiente, entiéndase “la lengua en corazón tengo bañada”…Poco después, como por arte de bilibirloque, desde el estrado, Sánchez Dragó mentó el tormento sufrido en la Dirección General de Seguridad, cuando le detuvo el comisario Conesa. Entonces salió a relucir la imperiosa necesidad tener pelo rizado en los cojones para poder ser un buen revolucionario. Por lo demás, sus posturas éticas y estéticas, pueden, a mi modo de ver, corresponderse con las más puristas de la Generación del 27: asunción de las tesis aristocráticas de Ortega, cierta pasión por la deshumanización del arte, no demasiado exacerbada, porque está asimismo devorado por una intensidad vital y un desasiego viajero que le acercan al Blasco Ibáñez de la vuelta al mundo y a las intesidades hemingwayanas de contrabarrera en sombra y supramujer ardiente en el amanecer de las Españas. "Diéronle Muerte y Cácellas Españas"... Una regla de oro del periodismo literario dice que el final del artículo debe coincidir con el princiopio, para dar la idea perfecta de la idea; es decir, para cerrar el ciculo con pretensión de haber atrapado un todo armónico. Creo que he cumplido. Llevo escribiendo desde las 11 de la noche de ayer. Son las 6.23 de la madrugada del martes, 28 de noviembre de 2006. Amanece en las Españas. Es el alba... Y la del alba sería cuando don Quijote salió de la venta.Vale.

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